miércoles, 20 de agosto de 2014

Mi propia felicidad.

Decidme la verdad, ¿no os ha pasado nunca que os ha hecho falta que alguien os recordara lo mucho que valeis para que te dieras cuenta de lo que eres realmente?. Porque a mi sí que me ha pasado, y no me lo han recordado queriendo. Es más, sino me hubiera hundido en pena. No me valoro como es debido.
Quizás por el simple hecho de haber dado tanto por alguien, sin recibir  y sin esperar nada, que llegué a un momento en el que ni me reconocía. No sabía quién era, ni en quién me había convertido. No sabía todo lo que era capaz de hacer y de privarme por alguien. Superé todos los límites que yo creía poder alcanzar. Y la cosa es que me daba igual. No me importaba estar así, sufriendo y dándolo todo, para nada. Que gran equivocación, dar toda tu felicidad a alguien que no te la daba a tí.

Y sí, llegué al punto de ser un alma en pena, sin rumbos, sin ganas. Esa persona no era yo, me había rasgado el alma, y aún así seguía dándole todo lo que podía de mí. No sé como pude. Que pena de mí, o de la persona que no supo valorarme.

Me sentía tan mal conmigo misma, que gente cercana me tuvo que recordar quien era, y lo que valía como persona. Tenía que aprender a quererme a mí misma y a pensar que ese no era el camino correcto. Mi felicidad no tenia que depender de nadie, y menos de alguien así. Que por mucho que me doliera, tenía que salir de ahí ya. Sí, me dolía a pesar de todo, me dolía haber hecho todo lo que hice y que no hicieran lo mínimo por mí. 

Me merecía a alguien mejor, que me respetara, me apoyara y aportara positividad en mi vida. 
Y al fin, después de tanto y tanto pensar, me di cuenta gracias a quien me lo recordó, que lo estaba haciendo mal, muy mal, que había aceptado lo que era y había caído rendida a sus pies, de mala manera, pero lo había hecho y eso tenía que acabar. Me dí cuenta de quién fui realmente y de quién era. Y esa, no era la que yo quería ser. En parte. 

Miré por mí, aunque fuera un poquito más de lo que solía hacer, y saqué como pude fuerzas para sacar a esa persona de mi vida, por lo menos, del sitio de dónde estaba. Tenía que superar y aceptar que fuimos lo que fuimos, pero que no lo seríamos más.

Aún estoy en intento de superación, pero al menos estoy en busca de mi propia felicidad.

lunes, 18 de agosto de 2014

Ojos que no ven...

"Ojos que no ven, corazón que no siente", o eso suelen decir. En mi caso, sería al revés: el corazón ha sentido tanto que los ojos no fueron capaces de ver todo lo que pasaba por delante. Y sucedieron muchas cosas, pero el corazón volvió loco a mi cerebro y manipuló mis cinco sentidos.
En  este sentimiento solo participaba mi corazón y él. Todo lo demás daba igual. Y pasó factura claro está. Mis ojos tenían una venda muy grande, y a medida que el corazón se iba debilitando y se iba haciendo daño poquito a poco, mis ojos se iban abriendo aún más. Tanto fue el sentimiento del corazón, que acabó por romperse a pedazos. Pedazos pequeñitos de los que son difíciles de arreglar. Terminó dañado, y desolado en lágrimas que ni los ojos podían soportar. Los sentidos empezaron a activarse de tal daño, que hicieron que las lágrimas se debilitaran poco a poco y que los ojos se abrieran definitivamente para ver y analizar todo lo que había pasado. Y así fue. El corazón dejó de sentir, se congeló y murió. Los ojos están abiertos, muy abiertos, cicatrizados de tal tristeza, y se han vuelto tan precavidos que me sorprendo hasta yo.

Dos desconocidos.~

Y cada vez que salgo a la calle me dedico a buscarte. A buscarte por cada rincón, pero no te encuentro. Mi mirada anda perdida en busca de tu rostro, y cuando se cansa de buscarte sin querer hacerlo, es cuando te encuentra.
Tu mirada está perdida, perdida en todos lados menos en mí, mientras que yo te miro sin verte, no sé que pasó. No sé que nos pasó. Todo murió. Pasamos a ser como dos desconocidos que se conocen muy bien.



-

Si es que lo único bueno que me has hecho ha sido pensar la frase significativa para mi tatuaje, por lo demás has sido un cabrón, como muchos. Te di mi confianza plena y al final me sentí utilizada, pero no se de que me extraño. Cometí un error y así me lo han devuelto, no hay más.

Vi en ti una esperanza que podría conducir un gran cambio en mi vida, ¿y sábes qué? que no se ni como lo vi... quizás por mis bajos ánimos y raras emociones... pero bueno, que de los errores se aprende, que de los palos que te va dando la vida una persona madura y va tapando y curando  cada error cometido, porque nunca es tarde para ello.